domingo, 24 de marzo de 2013

Sobre Marechal

Adán Buenosayres, 1948.

Como el nombre lo indica esta novela guarda relación con Adriana Buenos Aires, la última novela mala de Macedonio Fernández y esto a su vez, guarda relación al tiempo en que fue escrita, ya que si bien es publicada en 1948, Marechal inicia su escritura durante sobre el final de los '20 mientras vivía en París, en donde tuvo contacto con varios artistas vanguardistas, en especial pictóricos como Picasso. Por entonces Marechal participaba del grupo martinfierrista, quienes veian a Macedonio y su preocupación metafísica como un maestro al que continuar:
"-¿Te parece bien que por la insignificancia de tres meses que le debo a 'la gorda' no se me deje dormir en paz, como lo hicieron todos mis antecesores, desde Pitágoras a nuestro amigo Macedonio Fernández?"

Si bien en ningún momento fue considerado un autor menor, su obra fue deliberadamente ignorada por su adhesión y participación en el peronismo. A partir de la revolución del '43 se desempeña en diversos puestos: preside el Consejo General de Educación de la Provincia de Santa Fe para luego ser convocado a la Dirección General de Cultura, forma parte del Comité Pro-candidatura del Coronel Perón pos '45 y luego, cuando la Dirección de Cultura se transforma en Secretaria, es trasladado a la Dirección de Enseñanza Superior y Artística, luego sólo Artística.


Un resumen de la novela puede ser el siguiente: Adán Buenosayres, poeta porteño, despierta un jueves 28 de abril de 192... Se despereza y, acto seguido, llama a la puerta de su amigo y vecino Samuel Tesler para luego pasear por su barrio, Villa Crespo. En el camino se topa con diversos personajes, el pasaje termina con una batalla barrial. Más tarde, Tesler y Adán van a la casa de los Amundsen, donde cenan. Adán está enamorado de Solveig Amundsen, y como muestra de su amor le regala su diario, el Cuaderno de Tapas Azules. Pero Solveig, deja olvidado su regalo en un diván e inicia conversación con otro de sus pretendientes, gesto que Adán interpreta como un rechazo de su amor.
Luego de la cena Tesler y Buenosayres se unen a una comitiva formada por varios personajes entre los que se encuentran Pereda, un estudioso adicto al criollismo y el petiso Bernini. El grupo se dirige a  las afueras de la ciudad (representada como la pampa) con el objetivo de asistir al velorio de un gaucho de la zona. Tras encuentros fantasmas del desierto llegan al velorio, y, a fuerza de chistes fuera de lugar, se arma una trifulca entre pampeanos (algunos compadritos) y citadinos que no alcanza a llegar a la violencia y que acaba en abrazos y promesas de amistad eterna. De vuelta a la ciudad, la comitiva se detiene en lo del italiano Ciro Rossini, en donde los amigos cenan y vuelven a beber en copiosas cantidades. Adán postula un arte poética y uno de sus compañeros, Franky Amundsen, se bate en una payada contra Tissone, payador urbano (inmigrante). La borrachera despierta los deseos más bajos de Tesler y Bernini, por lo que el grupo se encamina hacia el templo de Venus‟, lugar que "abandonan" sin haber rendido culto a la diosa. Adán y Tesler, con las dificultad de la borrachera, regresan a su pequeño piso de la calle Monte Egmont 303.
Al día siguiente, Adán rememora sus años vividos en Europa antes de dirigirse a trabajar a la escuela como maestro. El día de clase terminan con una pequeña escena de la Odisea (el enfrentamiento de Ulises contra las Sirenas) actuada por sus alumnos. Regresando a su casa por la calle Gurruchaga, bajo la lluvia, reflexiona sobre vivido en la noche y se arrepiente de sus pecados, por lo que se dirige a la iglesia del barrio y se postra ante la efigie del Cristo de la Mano Rota, clamando por una señal inteligible de su perdón. Nada sucede, por lo que vuelve a encaminarse a su casa. En la puerta se encuentra con un linyera, a quien invita a refugiarse de la lluvia. El linyera ingresa, pero tras volverse Buenosayres al cerrar la puerta, ha desaparecido. Adán descubre en ese linyera la figura de Cristo, y es su gesto de caridad el que le hace merecedor de la salvación divina.


La novela está dividida en un "Prologo indispensable" y siete libros. Desde el prólogo hasta el quinto libro se trata de un relato narrado por el albacea de Adán, quien firma como L. M. (Leopoldo Marechal) y advierte que sólo ha sido escrito como complemento y semblanza aclaratoria de los manuscritos del propio Adán Buenosayres (quien ha ya fallecido) que son libros seis y siete.

El sexto libro se titula el “El Cuaderno de Tapas Azules” y consiste en una prosa poética en que el autor transforma a su amada, Solveig Amundsen, en la mujer ideal. El séptimo libro narra el descenso de Adán, guiado por el astrólogo Schultze (personaje que figuraba entre la comitiva de la casa de los Amundsen en los libros anteriores), hacia un infierno edificado por el astrólogo; este último libro lleva el título de “Viaje a la oscura ciudad de Cacodelphia” y reescribe tanto el descenso al Hades de Ulises como el Infierno de la Divina Comedia.

No es casual que el protagonista se llame Adán. El nombre remite al primer hombre en la tradición cristiana y en el princiopio de la novela, Adán al despertarse nombra las cosas:

"Entreabrió los ojos, y a través de sus pestañas le llegó algo menos espeso que la tiniebla, una claridad en pañales, cierto amago de luz que se filtraba por la densa cortina. Entonces, ante los ojos de Adán y en el caos borroso que llenaba su habitación, se juntaron o repelieron los colo­res, atrajéronse las líneas o se rechazaron: cada objeto buscó su cifra y se constituyó a sí mismo tras una guerra silenciosa y rápida. Como en su pri­mer día el mundo brotaba del amor y del odio (¡salud, viejo Empédocles!), y el mundo era una rosa, una granada, una pipa, un libro. Puesto entre la solicitud del sueño que aún gravitaba sobre su carne y el re­clamo del mundo que ya le balbucía sus primeros nombres, Adán con­sideró sin benevolencia las tres granadas en su plato de arcilla, la rosa tras­nochada en su copa de vidrio y la media docena de pipas yacentes que descansaban en su mesa de trabajo: «¡Soy la granada!», «¡soy la pipa!», «¡soy la rosa!», parecieron gritarle con el orgullo declamatorio de sus dife­renciaciones. Y en eso estaba su culpa (¡salud, viejo Anaximandro!): en haber salido de la indiferenciación primera, en haber desertado la gozosa Unidad.
Además, ha de notarse que en este fragmento en el que Adán sale del mundo de la no conciencia Marechal invoca el pensamiento platónico: la Unidad primera que hace la forma de las ideas, lo eterno de Plotino, y a partir de las cuales los objetos se diferencian. No es gratuita la inscripción de Empédocles o de Anaximandro, filosofos griegos. Esté ultimo creía en una materia divina a partir de la cual se creaban todas las cosas, todo fue uno y es uno, ya que todo volverá a ser parte de esta materia, pero mientras exista la separación está será culposa pues es injusto que lo divino este separado. Sin embargo mis conocimientos de filosofía son nulos, así que ojo y a agarrar esto con cuidado.



En Cuaderno de navegación, Marechal enumera las "Claves de 'Adan Buenosayres'". Entre ellas cabe destacar que no piensa que la identificación ha hecho la crítica de algunos de sus personajes con algunos individuos de mundillo cultural argentino sea relevante. Sin embargo, tampoco se puede obviar que debido a esta identificación muchos rompieron relaciones con él y en la clave 13 dice:

"Los que más parecían disgustados con el tratamiento de Adan Buenoayres eran mis camaradas martinfierristas, lo cual no dejo de asombrarme y desconcertarme. Cierto es que los embarqué , junto con Adán, en aquella simbólica 'Nave de los locos' (...) Pero no lo hice con la intención maligna de exponer y ridiculizar sus estéticas (al fin y al cabo Adán es toro loco de la Nave), sino con el objeto de pintar sus fervores, manías y gracias que lucimos todos en aquel movimiento literario. Por otra parte,  los recursos humorísticos y 'energuménicos' que pongo yo en obra para describir a mis camaradas de lucha son los mismos que utilizabamos por entonces, no sólo contro el enemigo común, sino también contra nosotros, en una lidia o torneo familiar que se hace muy visible en el 'Parnaso Satírico' de la revista (...) yo al escribir Adan... me sentía con obstinada juventud, en el mismo clima intelectual y temperamental de nuestra revolución literaria. Más tarde, buscando una explicación a la hostilidad o el hielo de mis camaradas (...) adevertí con tristeza que mis camaradas habían envejecido: su graciosa desenvoltura se había trocado en la 'solemnidad' o el acartonamiento que tanto nos hiciera reir en nuestros antecesores de la pluma (...) Debo considerar algunas excepciones: la de Xul Solar, a cuya grandeza rindo ahora un homenaje póstumo; la de Raúl Scalabrini Ortiz, cuyo talento se dio más tarde a los quehaceres de la patria; y la de Oliverio Girondo, que siempre fue un caballero de las letras."
Al respecto, es posible relacionar esta reacción con lo dicho por Sarlo, que ya ha sido citado por aquí en cuanto a Girondo, sobre la contradicción martinfierrista en cuanto a lo alto y lo bajo y se sintetiza en el elitismo. Los individuos del ex grupo martinfierrista no pudo tragarse que un populista los tematizara.

Un de los mejores pasajes que muestran el humorismo estético de Marechal es para mi el combate barrial con el que finaliza la primera parte del segundo libro de Adan... (el cual se divide en 7 libros) en donde los personajes del barrio son animados por dioses a la manera de los clásicos, quienes juegan con ellos:

"Temblando como una hoja (¡y no de miedo, ciertamente!), doña Gertrudis meditó en su alma si, arrojándose contra su rvial, le arrancaría o no las cuatro mechas locas que aún se le alborotaban en la frente. Pero Minerva, la de los ojos de lechuza, le habló un instante al oído, y tocándola con sus dedos invisibles le comunicó un resplandor que nada tenía de humano"

 En cuanto a la cuestión génerica de la novela, Marechal dice entre sus Claves que la forma se le impuso como "necesaria" para plasmar un universo de ontologías, y que estudiando el género junto con Macedonio, esté dijo que "Novela es la historia de un destino completo". Además Marechal estudia la epopeya clásica juzgando a la novela no una corrupción de ésta, sino un sucedáneo.
Segun Marechal, en la epopeya clásica el héroe a través de un viaje modifica su concepción de mundo en una "realización espiritual o metafísica", y es evidente que Adan... se desarrolla de acuerdo a este simbolismo.
Entre otras marcas que refieren al uso de lo clásico está la utilización estilística de la técnica y el modo con que Homero describe el escudo de Aquiles, en la descripción del quimono de Samuel Tesler:


"el filósofo se sentó en un larguero de la cama, buscó afanosamente sus zapatillas y al ponerse de pie sufrió un cambio digno de su mudable naturaleza: el torso gigantesco de Samuel concluía en dos cortas, robustas y arqueadas piernas de enano. Al mismo tiempo el quimono chino que lo envolvía manifestaba todo su esplendor. Y ha llegado al fin la hora de que se describa tan notable prenda, con todas sus inscripciones, alegorías y figuras, porque, si Hesíodo cantó el escudo del atareado Hércules y Homero el de Aquiles que desertaba, ¿cómo no describiría yo el nunca visto ni siquiera imaginado quimono de Samuel Tesler?
Si alguien adujera que un escudo no es una ropa de dormir, le diría yo que una ropa de dormir bien puede ser un escudo, como lo era la de Samuel Tesler, paladín sin historia, que a falta de corcel jineteó una cama de dos plazas y cuya sola caballería fue un sueño tenaz con que se defendió siempre del mundo y sus rigores. El quimono era de seda color amarillo huevo, y tenía dos caras: la ventral o diurna y la dorsal o nocturna. En la cara ventral y a la derecha del espectador se veían dragones neocriollos que alzaban sus rampantes figuras y se mordían rabiosamente las colas; a la izquierda se mostraba un trigal en flor cuyas débiles cañas parecían ondular bajo el resuello de los dragones. Sentado en el trigal fumaba un campesino de bondadosa catadura: los bigotes chinescos del fumador bajaban en dos guías hasta sus pies, de modo tal que la guía derecha se atase al dedo gordo del pie izquierdo y la guía izquierda al dedo gordo del pie derecho del fumador. En la frente del campesino se leía la empresa que sigue: “El primer cuidao del hombre es defender el pellejo...”

No obstante, las marcas de filiación clásica no se agotan en analogías episódicas, sino que Marechal trabaja el tema de las "cuatro Edades de hombre" y el descenso al los infiernos, realizado en el descenso a la Ciudad de Cacodelphia por Adán y el astrólogo Schultze.

Además, la utilización de la estética de los Fieles de amor, que usan la figura de la amada como en parte como metáfora de la intelección del mundo, en el decir del propio autor:

"Me limitaré a decir, en síntesis: a) que los fieles de amor celebraron , en lenguaje amoroso, a una Dama enigmática; b) que dicha Señora, pese a los nombres distintos que le da cada uno de sus amantes (Beatriz, Giovanna o Lauretta), se resuelve al fin en cierta Mujer única y simbólica; c) que la noción de tal mujer se acalra con Dino Compagni, cuando ese "fiel de Amor" la designa con el nombre de Madonna Intelligenza; d) que Madonna simboliza el Intelecto trascendente por el cual el hombre se une o puede unirse a Dios, y que lo simboliza en su 'perfección pasiva o femenina'; e) que por tanto, Madonna es la Raquel de los hebreos, la Sophia de los gnósticos, la Janua Coeli (puerta del cielo) y la Sedes Sapientiae (asiento de la sabiduria) que los cristianos entendemos en la Virgen Madre."
Este tema de Amor en Adán... se da en el núcleo amoroso de la novela, el primer amor de Adan por la Solveig Terrestre y luego por la Solveig Celeste.


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